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A veces el deseo de escribir es tan fuerte que no necesita nada más; otras tendremos que cuidarlo, alimentarlo, sostenerlo entre las manos. Como hacía mi abuelo cuando éramos pequeñas con los gorriones que encontraba en la calle, cuando llegaba con las manos en forma de cuenco y un pequeño hueco entre ellas. Venía sonriendo, pero con los hombros un poco echados hacia adelante; anticipando el tesoro que ofrecía, como un prestidigitador. Preparaba pan con leche y conseguía alimentarlos durante unos días como si fuera la madre; algo que nunca vi hacer a otra persona. Ni siquiera yo misma me siento capaz de cuidarlos así; con los años he aprendido que lo mejor es esperar a que vuelva la madre a por ellos o, alentarlos a abrir las alas de nuevo si ya tienen esa habilidad.
Siento así la escritura estos días: como ún pájaro que debo cuidar. Anoto en mi cuaderno hacerlo a diario; me siento aquí al despertar sin saber muy bien qué voy a contarte, pero sabiendo que debo hacerlo. Estas palabras que ahora lees son las migas de pan húmedo con las que cuido mi deseo de escribir. ¿Qué harás con el tuyo?
Escribir cada día
Qué hermoso texto! Me inspira a volver a escribir.