El vacío y la creación
Llevo unas semanas acompañando en Narrativas y otras lunas el taller de Cartografía poética; una actividad en la que seguimos nuestras propias huellas a partir de las de los territorios internos y externos que habitamos.
La base de la cartografía es la deriva y la etnografía; es un proceso difícil de explicar pero fácil de experimentar si te permites escuchar con todos los sentidos, desconocer, registrar lo cotidiano. La cartografía tiene sus propias reglas, pero es algo muy similar a lo que haces todos los días si eres una persona muy activa en redes sociales y compartes tu narrativa personal: tomas fotografías de lo que sucede a tu alrededor y lo acompañas de un texto contando qué te evoca, a qué te recuerda, cómo te sientes.
La dificultad de esta técnica es que eso tres elementos (la escucha, la suspensión del juicio y el registro) tienen que suceder al mismo tiempo: documentar, escribir, crear. No desde el intelecto ni desde la emoción sino desde el diálogo de ambas con el entorno después de haberlo escuchado. El territorio como algo que se transforma y me transforma; casi como algo que trascribo.
Después de la deriva y la documentación hay un momento en el que empezamos a dar forma al proyecto final; la cartografía toma forma de documento digital o impreso, bitácora, presentación, audiovisual. Hay que revisar todos los materiales que tenemos, descartar algunos y decidir cómo presentar el resto. Es una tarea que requiere mucho tiempo, concentración, atención y paciencia; y es en esta fase, común a todos los procesos artísticos, donde es fácil perderse y abandonar; porque requiere habitar durante un tiempo el vacío y la indefinición. Sostener el barro entre las manos, amasarlo, mancharnos y darle forma una y otra vez sintiendo cada tanto que en realidad no tenemos nada; que hemos perdido el tiempo, que no merece la pena, que no somos tan importantes ni el arte lo es.
Si te quedas ahí el tiempo suficiente, un día tus manos empezarán a moverse casi por voluntad propia. Sentirás tus dedos moldear el barro como si solo pudiera tener una forma concreta; si estás escribiendo, serán las palabras las que te guíen como el agua que cae de una suave cascada frente a tus ojos. Al terminar sentirás la alegría y la satisfacción de haber entregado al mundo una parte de ti que ya no te pertenece, pero te nombra y te contiene. Y no importa lo que hayas creado: si amasaste con el corazón, cuando lo compartas con otras personas alguien más verá su nombre escrito por primera vez en esa obra, y aunque no llegues a saber de ella sentirás que ha merecido la pena.
El amor (en su sentido más amplio) y la creación son los dos únicos recursos que tenemos para vivir fuera del tiempo, aunque sea unos instantes. Los dos te pedirán sostener la incertidumbre y el terror al vacío y a la pérdida; a cambio te llevarán de vuelta al mejor lugar que hay dentro de ti, aquel que quizá aún ni siquiera logras imaginar.
Imagen: Marcus Wallis (Unsplash)
Pd: Aquí puedes ver mi propia cartografía poética, Arar o mar; es parte del proyecto final que creé para el Diplomado en Antropología del Arte de Latir.