El hilo de mi cometa
Estoy en el aeropuerto de Santiago de Compostela esperando a alguien. Veo el sol ponerse a mi izquierda, a través de los cristales que me separan de la calle.
Pienso en la última vez que fui pasajera y no logro recordarlo; probablemente volviendo de Bulgaria, cuando me asignaron por equivocación la tarjeta de embarque de un ciudadano chino.
No sé si perdí el deseo de volar o, simplemente, asumí que no puedo permitírmelo. Pero sí que hace muchos años dejé de perseguir las historias ahí fuera y empecé a sacar las de dentro; a escuchar lo que tengo cerca.
Y en eso ando estos días: intentando agarrar el hilo de mi cometa. La veo volar cada noche antes de dormir sobre el tejado de mis estrellas, las que más saben de mis sueños. Al amanecer, en esos instantes en los que todo parece posible y el café marca, una vez más, el comienzo del mundo. Busco el título, las primeras líneas; pero me quedo siempre ahí, dudando entre el amor y la memoria.
Imagen: Klara Kulikova